La pasada semana, Naciones Unidas acogió el Foro Político de Alto Nivel en el que los países someten sus políticas a revisión en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030.
La Universidad Politécnica de Madrid participó en este foro, a través del itdUPM, y junto a representantes de la Red Futuro en Común, ISGlobal y la Red Española de Desarrollo Sostenible, invitados dentro de la delegación oficial del Gobierno español.
En la reunión previa a la presentación del informe voluntario por parte del Gobierno, Carlos Mataix, director del itdUPM, intervino para poner en valor uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, el de las Alianzas, como condición indispensable para cumplir con esta agenda para 2030.
Discurso de Carlos Mataix:
Soy el último en intervenir, y me voy a referir también al último objetivo de la lista, el objetivo 17, y no por ello menos importante. Al contrario. Su cumplimiento es condición necesaria para lograr el resto de los objetivos.
Las alianzas son las nuevas infraestructuras institucionales que necesitamos para abordar problemas complejos que, a día de hoy, no tienen una solución técnica posible mediante proyectos convencionales.
Todos hablamos de alianzas. Quienes las practicamos sabemos que para pasar de la retórica a su despliegue práctico, generalizando su expansión, hay al menos tres aspectos clave (Clasificación inspirada en el trabajo realizado por Leda Stott sobre los desafíos de las alianzas multiactor):
1- Se necesitan normas y regulaciones adecuadas, que faciliten el encaje legal e institucional de las alianzas.
Aquí hago una llamada a los financiadores, públicos y privados, para que innoven en sus mecanismos de transferencia de recursos. Las alianzas son redes, redes de organizaciones, de proyectos, de instituciones. Y las redes tienen nodos y tienen enlaces. La clave para que las alianzas se fortalezcan y se sostengan es invertir y cuidar los enlaces, ya que componen su sistema vital.
Simplificando: Pasemos de financiar proyectos a financiar ecosistemas, que aumenten la probabilidad de producir cambios sistémicos.
2- Es necesario que desarrollemos procesos de gestión más abiertos y flexibles que los habituales.
Las alianzas tienen que comportarse como innovadoras plataformas de escucha, que estimulen la participación y la cocreación de soluciones adaptadas a cada contexto.
La transformación de nuestras ciudades, por poner un ejemplo, requiere nuevos procesos de participación y activación, que desplieguen y aprovechen la inteligencia colectiva y la energía creativa de todos.
3- No debemos subestimar la importancia de atender a los valores.
Trabajar en entornos realmente cooperativos y multiactor exige empatía, generosidad y tolerancia al error. Pensemos por un momento en el liderazgo. Solemos considerarlo como una propiedad individual. Lo es. Pero también es una propiedad que se desarrolla en los grupos y en las organizaciones. Las alianzas exigen nuevas formas de liderazgo más distribuido y transformador.
Las normas, los procesos y los valores dominantes componen nuestro actual “sistema de operación”, el modo en el que hoy abordamos los problemas. Este sistema se diseñó en otro tiempo, y presupone la linealidad y la predecibilidad de los procesos de cambio. No está a la altura de los retos de la agenda 2030, caracterizados por la incertidumbre y la complejidad.
Necesitamos un “segundo sistema operativo”, que tendrá que ser compatible y convivir con el sistema operativo actual (El concepto de segundo sistema operativo está inspirado en un artículo publicado por John P. Kotter en Noviembre de 2012 en la Harvard Business Review).
El plan de acción de España incluye una política palanca, la número 2 que pretende “impulsar la alianza entre todos los actores”. Es un buen punto de partida. Ahora tenemos que activar la palanca. Necesitamos para ello grandes dosis de innovación organizativa e institucional, que es diferente y complementaria a la innovación tecnológica.