Imágenes del cambio: innovación y espacios de deseo. Un diálogo con Amador Fernández Savater

Imágenes del cambio: innovación y espacios de deseo. Un diálogo con Amador Fernández Savater

El pasado 11 de junio visitó el itdUPM Amador Fernández-Savater, filósofo, investigador independiente y autor del ensayo “Capitalismo libidinal. Antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar”. Durante el diálogo, nuestro invitado abordó desde un enfoque reflexivo y filosófico la relación entre deseo y cambio, invitándonos a pensar en un concepto distinto de innovación.

La jornada comenzó con una introducción a cargo de Marcos García, moderador del diálogo y gestor cultural independiente en el ámbito de los laboratorios ciudadanos. Presentando al invitado, García explicó que Fernández-Savater se basa en su propia experiencia y vivencias para inspirar sus reflexiones, además de recurrir a una variedad de autores, tanto del pasado como del presente. Desde la pandemia, además, se ha centrado principalmente en comprender el deseo y cómo su inhibición impide la transformación.

Así fue el diálogo

Fernández-Savater abrió su intervención con una contundente afirmación: “La filosofía intenta abstraerse de la realidad para volver con un pensamiento y no solo una opinión”. Nuestro invitado propuso la conjetura de que nuestra sociedad carece de deseo, porque este se define por lo que no es, mientras que en nuestra realidad prevalece la positividad, es decir, lo que ya existe. Planteó la idea de pensar el deseo como un camino de vida, que por definición no debe estar predefinido. Este camino es inventado o construido por cada individuo, lo que implica un desafío constante para no caer en lo que la sociedad impone.

Parafraseando el famoso poema de Antonio Machado (Caminante, no hay camino, se hace camino al andar), afirmó: “Deseante no hay deseo, se hace deseo al desear”, sugiriendo así que el deseo es un proceso continuo y personal que debe ser construido a lo largo de la vida, resistiendo las imposiciones externas.

Fernández-Savater argumentó a continuación que la capacidad creativa del deseo está sofocada por la positividad de la sociedad, que define lo que se debe desear, sus marcos y características. Esto crea una especie de GPS del deseo, limitando la verdadera capacidad de anhelar y crear. Además, el mercado de consumo contribuye a ello ofreciendo deseos prefabricados, y eliminando la necesidad de inventar nuestros propios deseos.

Otro factor que aplasta el deseo, según Fernández-Savater, es la productividad: en una sociedad donde la utilidad y el rendimiento son primordiales, el deseo, que no necesariamente produce o tiene utilidad inmediata, es relegado. Esta imposición de la productividad implica que el deseo no es valorado si no contribuye de manera tangible.

Fernández-Savater señaló que la homogeneidad de la sociedad se debe, en parte, a la falta de deseo. “Bajo estos supuestos, ¿la innovación no sería convertir lo nuevo en algo que ya está creado y controlado?”, reflexionó, y aclaró que la innovación es un concepto se convierte en la adaptación de lo nuevo a lo ya existente y controlado, en lugar de un verdadero proceso creativo.

“Para construir un camino propio y sentir deseo, es necesario desafiar lo dado”, dijo. “Este desafío está relacionado con el malestar psíquico moderno, que puede estar vinculado a la incapacidad de generar un camino hacia el deseo. El deseo está en el impulso, el anhelo y el ‘podría ser’”.

Fernández-Savater planteó a continuación la necesidad de pensar en espacios que activen el deseo, destacando que esto no es exclusivamente personal, sino que también implica contextos educativos y sociales. Preguntó si las universidades y otros espacios de aprendizaje están abiertos al deseo o si son demasiado regulados y estructurados. Y concluyó: “El deseo es algo que no se puede dictar ni programar. Pero sí se puede contagiar y suscitar”, subrayando la importancia de crear entornos que fomenten y propaguen el deseo.

Diálogo abierto con los participantes

Tras la intervención de Amador, se abrió un amplio espacio para reflexiones y preguntas del público. Una de las cuestiones levantadas fue: ¿cómo se pueden caracterizar y fomentar los espacios de deseo? Amador explicó que “los espacios de deseo pueden ser concebidos como espacios de vacío. No está todo dicho y todo creado; algo distinto puede ser creado ahí”.

Una asistente planteó la relación entre el deseo y la infancia, a lo que Amador reflexionó: “No me parece que los niños tengan incorporado el deseo como algo natural. El deseo se educa, se construye y se le da forma, y ahí la labor de acompañamiento por parte del adulto es fundamental”.

Otra intervención del público cuestionó si una persona de escasos recursos y en situación de vulnerabilidad social tiene espacio o tiempo para el deseo. Según Amador, en las clases medias y altas es precisamente donde menos deseo puede haber (en el sentido filosófico de impulso verdaderamente creativo y no mimético): “Me parece que lo que llamamos sujetos privilegiados son sujetos altamente repetitivos. Aquí el consumo y la productividad están a tope, factores que aplastan el deseo”.

El pasado 11 de junio visitó el itdUPM Amador Fernández-Savater, filósofo, investigador independiente y autor del ensayo “Capitalismo libidinal. Antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar”. Durante el diálogo, nuestro invitado abordó desde un enfoque reflexivo y filosófico la relación entre deseo y cambio, invitándonos a pensar en un concepto distinto de innovación.

La jornada comenzó con una introducción a cargo de Marcos García, moderador del diálogo y gestor cultural independiente en el ámbito de los laboratorios ciudadanos. Presentando al invitado, García explicó que Fernández-Savater se basa en su propia experiencia y vivencias para inspirar sus reflexiones, además de recurrir a una variedad de autores, tanto del pasado como del presente. Desde la pandemia, además, se ha centrado principalmente en comprender el deseo y cómo su inhibición impide la transformación.

Fernández-Savater abrió su intervención con una contundente afirmación: “La filosofía intenta abstraerse de la realidad para volver con un pensamiento y no solo una opinión”. Nuestro invitado propuso la conjetura de que nuestra sociedad carece de deseo, porque este se define por lo que no es, mientras que en nuestra realidad prevalece la positividad, es decir, lo que ya existe. Planteó la idea de pensar el deseo como un camino de vida, que por definición no debe estar predefinido. Este camino es inventado o construido por cada individuo, lo que implica un desafío constante para no caer en lo que la sociedad impone.

Parafraseando el famoso poema de Antonio Machado (Caminante, no hay camino, se hace camino al andar), afirmó: “Deseante no hay deseo, se hace deseo al desear”, sugiriendo así que el deseo es un proceso continuo y personal que debe ser construido a lo largo de la vida, resistiendo las imposiciones externas.

Fernández-Savater argumentó a continuación que la capacidad creativa del deseo está sofocada por la positividad de la sociedad, que define lo que se debe desear, sus marcos y características. Esto crea una especie de GPS del deseo, limitando la verdadera capacidad de anhelar y crear. Además, el mercado de consumo contribuye a ello ofreciendo deseos prefabricados, y eliminando la necesidad de inventar nuestros propios deseos.

Otro factor que aplasta el deseo, según Fernández-Savater, es la productividad: en una sociedad donde la utilidad y el rendimiento son primordiales, el deseo, que no necesariamente produce o tiene utilidad inmediata, es relegado. Esta imposición de la productividad implica que el deseo no es valorado si no contribuye de manera tangible.

Fernández-Savater señaló que la homogeneidad de la sociedad se debe, en parte, a la falta de deseo. “Bajo estos supuestos, ¿la innovación no sería convertir lo nuevo en algo que ya está creado y controlado?”, reflexionó, y aclaró que la innovación es un concepto se convierte en la adaptación de lo nuevo a lo ya existente y controlado, en lugar de un verdadero proceso creativo.

“Para construir un camino propio y sentir deseo, es necesario desafiar lo dado”, dijo. “Este desafío está relacionado con el malestar psíquico moderno, que puede estar vinculado a la incapacidad de generar un camino hacia el deseo. El deseo está en el impulso, el anhelo y el ‘podría ser’”.

Fernández-Savater planteó a continuación la necesidad de pensar en espacios que activen el deseo, destacando que esto no es exclusivamente personal, sino que también implica contextos educativos y sociales. Preguntó si las universidades y otros espacios de aprendizaje están abiertos al deseo o si son demasiado regulados y estructurados. Y concluyó: “El deseo es algo que no se puede dictar ni programar. Pero sí se puede contagiar y suscitar”, subrayando la importancia de crear entornos que fomenten y propaguen el deseo.

Diálogo abierto con los participantes

Tras la intervención de Amador, se abrió un amplio espacio para reflexiones y preguntas del público. Una de las cuestiones levantadas fue: ¿cómo se pueden caracterizar y fomentar los espacios de deseo? Amador explicó que “los espacios de deseo pueden ser concebidos como espacios de vacío. No está todo dicho y todo creado; algo distinto puede ser creado ahí”.

Una asistente planteó la relación entre el deseo y la infancia, a lo que Amador reflexionó: “No me parece que los niños tengan incorporado el deseo como algo natural. El deseo se educa, se construye y se le da forma, y ahí la labor de acompañamiento por parte del adulto es fundamental”.

Otra intervención del público cuestionó si una persona de escasos recursos y en situación de vulnerabilidad social tiene espacio o tiempo para el deseo. Según Amador, en las clases medias y altas es precisamente donde menos deseo puede haber (en el sentido filosófico de impulso verdaderamente creativo y no mimético): “Me parece que lo que llamamos sujetos privilegiados son sujetos altamente repetitivos. Aquí el consumo y la productividad están a tope, factores que aplastan el deseo”.